En un artículo anterior exploramos el concepto del "Rubicón", una etapa evolutiva clave en el desarrollo infantil. En esta ocasión, profundizaremos en el origen de este término, su conexión con la pedagogía Waldorf y cómo podemos acompañar emocionalmente a los niños durante esta importante crisis de crecimiento.
El Origen del Rubicón: Un Punto de No Retorno
La expresión "Alea iacta est" ("la suerte está echada") se atribuye a Julio César, quien en el año 49 a.C., tras ser traicionado por sus compañeros cónsules, se vio ante una encrucijada histórica. Cruzar el río Rubicón significaba iniciar una guerra civil, un acto de no retorno. Esta decisión marcó el principio de una serie de eventos irrevocables que cambiaron el curso de la historia romana.
De manera similar, en la vida de un niño, alrededor de los 9 años, se atraviesa una "crisis evolutiva" profunda, un momento en que el niño da un salto importante en su desarrollo interior, lo que podría considerarse un "Rubicón" en su vida.
El Rubicón en la Pedagogía Waldorf: El Corazón de la Infancia
La pedagogía Waldorf, inspirada en las ideas de Rudolf Steiner, comprende que el niño atraviesa distintos períodos de desarrollo físico, emocional y espiritual. La crisis del noveno año, también conocida como la "crisis de los 9 años", es uno de los momentos más significativos en este viaje.
Antes de los 9 años, el niño vive un sentido de unidad con el mundo, una sensación de fusión con su entorno. A partir de esta etapa, comienza a emerger una nueva conciencia de sí mismo, como un "Yo" independiente, algo que se experimenta en el corazón, el centro del cuerpo y la vida emocional. Es como si el niño, al cruzar su propio Rubicón, comenzara a entenderse a sí mismo no sólo como parte del mundo, sino como un ser con identidad propia.
Este proceso puede ser angustiante. Los niños experimentan emociones profundas de desolación al separarse de la seguridad emocional que les proporcionaba su conexión con el mundo. Aunque este proceso puede no ser fácil, es absolutamente normal y esencial para el desarrollo del ser humano.
La Pedagogía Waldorf: Acompañando el Rubicón con Amor y Autoridad
En la educación Waldorf, los maestros y cuidadores están preparados para acompañar a los niños en esta etapa de transición, ofreciendo un entorno de seguridad y contención.
En el tercer grado (alrededor de los 9 años), el currículo se adapta para reflejar el cambio interior que experimenta el niño. Se introducen historias bíblicas del Antiguo Testamento, como la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. Este relato, cargado de simbolismo, expresa el proceso de separación que el niño está viviendo: dejar atrás un mundo de inocencia y familiaridad para enfrentarse a la realidad de la vida exterior. Sin embargo, es importante que los niños sientan que, aunque atraviesen esta separación, siempre cuentan con un "padre protector", que representa una autoridad amorosa.
Este concepto de autoridad amada es fundamental en la pedagogía Waldorf. Los niños necesitan límites claros, establecidos por adultos que transmitan firmeza y cariño al mismo tiempo. Esta autoridad no es autoritaria, sino sensible, mostrando ecuanimidad, respeto por el entorno y por los demás.
Además, en esta etapa, los niños comienzan a explorar el mundo del trabajo práctico. Se introduce el concepto de oficios, donde los niños experimentan que el mundo puede ser transformado a través de sus manos. Con el trabajo manual, como la confección de ropa o la creación artística, los niños se reconcilian con la idea de que pueden transformar el mundo a su alrededor.
La Lateralidad: Un Pilar para Superar el Rubicón
Un aspecto fundamental en esta etapa es el desarrollo de la lateralidad, es decir, la integración armónica de los dos lados del cuerpo. En la pedagogía Waldorf, este proceso es crucial para el equilibrio emocional y cognitivo de los niños. La lateralidad bien desarrollada permite a los niños encontrar seguridad en su cuerpo y en el mundo que los rodea.
La lateralidad se vincula estrechamente con la coordinación motriz, el desarrollo del pensamiento lógico y la integración sensorial. A través de actividades rítmicas, danzas, trabajos manuales como la pintura y el modelado, y el uso de instrumentos musicales, los niños aprenden a coordinar ambos hemisferios cerebrales, lo que les da una sensación de equilibrio interior y exterior.
Acompañando Emocionalmente al Niño en el Rubicón
El acompañamiento emocional durante esta etapa es esencial. Cada niño es único y vive su crisis de los 9 años de manera distinta, por lo que el apoyo debe ser personalizado. Sin embargo, hay algunas pautas generales que pueden guiar a los padres y educadores:
Brindar seguridad emocional: Los niños necesitan sentirse respaldados y comprendidos, especialmente cuando atraviesan momentos de angustia.
Establecer límites claros: Los límites deben ser firmes y coherentes. Los niños deben saber qué comportamientos son aceptables y cuáles no lo son. Esto les da estructura y les permite explorar el mundo con confianza.
Escuchar activamente: Mostrar interés genuino por sus experiencias y emociones es clave para fortalecer el vínculo afectivo.
Fomentar la autonomía y la responsabilidad: Invitar al niño a tomar decisiones pequeñas y a ser responsable de sus elecciones les ayuda a ganar confianza en sí mismos.
Validar sus sentimientos: Evitar juicios y ofrecer un espacio para que el niño exprese lo que siente sin temor a ser criticado.
Fomentar la empatía y el respeto: Es importante enseñarles a respetar a los demás, a cuidar el entorno natural y a ser conscientes de su impacto en el mundo.
Proponer retos adecuados: Presentar desafíos que el niño pueda superar con éxito fortalece su autoestima y le otorga un sentido de logro.
Explorar lo nuevo: Invitar al niño a probar nuevas actividades y a enfrentarse a experiencias desconocidas le ayuda a expandir sus horizontes.
Promover el contacto con la naturaleza: La conexión con la naturaleza ofrece una valiosa oportunidad para que el niño explore el mundo de manera sensorial y reflexiva.
Leer historias inspiradoras: Las historias de superación personal, tanto ficticias como reales, permiten al niño comprender que los desafíos son parte del camino de la vida.
Evitar Comparaciones y Fomentar la Singularidad
Es crucial recordar que cada niño es único. Comparar el proceso de desarrollo de un hijo con el de otros niños puede generar frustración y ansiedad. La fase del Rubicón será vivida de manera diferente por cada niño, incluso dentro de la misma familia. Evitemos las comparaciones, ya que esto solo puede crear sentimientos de inseguridad tanto en los niños como en los adultos.
El Trabajo en Equipo: Padres, Maestros y Comunidad
Finalmente, es vital que padres, cuidadores y maestros trabajen juntos durante esta etapa. La colaboración constante entre la familia y la escuela asegura que el niño reciba un acompañamiento integral. Participar en las actividades escolares y en la vida comunitaria refuerza el sentido de pertenencia y apoyo en el niño, y sirve de ejemplo para él.
En este emocionante y desafiante período, el "Rubicón" marca un antes y un después en la vida del niño. Acompañarlo con amor, paciencia y claridad es esencial para que atraviese este umbral de manera saludable, descubriendo un mundo nuevo lleno de oportunidades para crecer y transformarse.
Equipo de Misión Waldorf